SUIZA.- Gracias a la producción de cacao la República Dominicana mantiene una importante participación en el mercado mundial de las materias primas, después de haber perdido otras posiciones tradicionales importantes como exportadora de café y azúcar:
De 2011 a 2020 se exportaron en efecto 792 mil toneladas, representando un volumen de negocios de 2.200 millones de dólares.
Por supuesto, países pequeños como este no puede competir en términos de volumen con los grandes productores de cacao como Ghana y Costa de Marfil, que juntos producen más del 60% de la cosecha mundial de cacao. Pero en contraste con ellos, la República Dominicana ha identificado la base genética de sus plantaciones, usando mucho menos productos químicos, resultando sus plantaciones más inofensivas y sanas por falta de parásitos.
Todos estos factores han hecho posible la implantación de una producción orgánica que ha logrado introducirse en los mercados selectivos de Europa, Asia y América del Norte.
En efecto, en 2019 el país registró una exportación igual a 31.615 toneladas de cacao orgánico en grano. Para el período 2020-2021 se prevé alcanzar las 39.000 toneladas.
Pero a los agricultores locales no les sirve de nada que la República Dominicana ocupe el primer lugar en la exportación de cacao orgánico a nivel mundial y que esté incluida en el grupo seleccionado de los 15 países del mundo reconocidos como productores de cacao gourmet, si las condiciones de vida de sus productores siguen siendo miserables.
Resulta irónico que el esfuerzo de pequeños agricultores sea uno de los factores más importantes de esta actividad (que garantiza a la nación una significativa cantidad de dólares, imprescindibles para su desempeño económico.
El Consejo Europeo ha adoptado una resolución en la que se le pide a la Comisión y a los Estados miembros que tomen las medidas necesarias para que la Unión Europea pueda desempeñar un papel más activo en este ámbito.
El 60% de todo el cacao cultivado en República Dominicana se comercializa a través de intermediarios y financiado a menudo incluso a través de usureros; esto significa que la mayor ganancia de los pequeños productores permanece en manos de personas que nada tienen que ver con los esfuerzos que requiere esta actividad; y las grandes compañías exportadoras de cacao no quieren ver la mas allá de sus propios intereses.
¿Cómo funciona esto?
Las normas prudenciales del sector financiero, incluyendo al Banco Agrícola, a través del cual el Estado financia el «trabajo agrícola», prohíbe préstamos a quienes no poseen la documentación de sus tierras (títulos), o no tenga un garante.
Los agricultores que se encuentran en esta situación son un 80%, es decir, unos 92.000 pequeños productores, que representan alrededor de 3.144 hectáreas de cultivos, quienes no pueden acceder a préstamos formales porque no tienen títulos, quedando así en manos de los usureros, únicos en darles crédito a cambio de altos intereses.
Resulta real que el «sector es prisionero», como afirma Isidoro de La Rosa, presidente de la «Comisión Nacional de Productores de Cacao» (CONACADO).
Actualmente, el 25% de todo el cacao dominicano se comercializa a través de esta asociación, pero sólo el 20% de los productores (es decir, 22.000 agricultores distribuidos en 68.600 hectáreas) pertenece a la CONACADO.
Gracias al CONACADO los pequeños productores encuentran asistencia técnica y financiera para sus plantaciones, a través de los fondos procedentes de la certificación FLO, la organización internacional sin fines de lucro responsable de la Marca de Certificación del comercio justo (Fairtrade).
Estos recursos económicos también se utilizan para satisfacer las necesidades de la propia certificación Fairtrade, pero por desgracia no pueden ser invertidos en educación ni en salud por las personas que trabajan en el campo.
Además, mantener estas certificaciones no siempre resulta fácil: en efecto, si por una parte garantiza la estabilidad de los precios de venta y ayuda a la inserción del producto en un mercado muy exigente, por otra parte, ejerce una gran presión sobre los operadores, hasta el punto que deben contratar asistencia técnica especializada durante todo el proceso de cultivo, ya que muchos de ellos son personas de edad avanzada con poca formación y competencias limitadas.
La aspiración de CONACADO de comercializar productos de mayor valor añadido se remonta a mucho tiempo atrás, en 2008 adquirió un establecimiento ubicado en la comunidad de San Francisco de Macorís. La inversión realizada fue de unos tres millones de dólares; un importe recaudado gracias a las contribuciones de cada productor asociado y, en gran medida, gracias a fondos del premio Fairtrade Premium.
La visión de trabajar y transformar en diferentes productos el propio cacao a través de esta instalación ha sido positiva, pero para obtener una mayor eficiencia será necesario contar con un sistema de generación de energía autónomo, por ejemplo a través de paneles solares, porque el sistema energético nacional no puede garantizar de forma continua ningún funcionamiento industrial.
En la República Dominicana, sin embargo, el mayor desafío para el sector del cultivo de cacao es cómo hacerlo atractivo para los jóvenes.
Más que nunca se exige la aplicación de políticas públicas que incluyan proyectos a largo plazo, asesoramiento técnico y apoyo financiero. Con mayores recursos económicos.
Aumento de la productividad.
VOICE (Voice of Organizations in Cocoa), coalición de diferentes ONG europeas con una serie de sindicatos del sector [https://www.voicenetwork.eu/wp-content/uploads/2021/04/2020-Baro%CC%81metro-del-Cacao-ES.pdf], en su última publicación denominada «Barómetro del Cacao 2020», reitera su apoyo a la estrategia de CONACADO para aumentar la productividad de las plantaciones agrícolas, o la formación en «buenas prácticas agrícolas».
Reparto desigual de la responsabilidad
En efecto, las conclusiones del «Barómetro Cacao 2020» revelan que los agricultores reciben muy pocas recompensas y permanecen expuestos a los riesgos del cambio climático, de los parásitos, de los mercados volátiles e incluso a las enfermedades en sus familias; y no tienen prácticamente ningún medio para protegerse contra tales riesgos, mientras que las 43 principales industrias internacionales del cacao pueden protegerse y asegurarse contra casi todas las incertidumbres.
Sería conveniente que la Fundación Mundial del Cacao (WCF) deje ser el defensor de los intereses de la industria, y sirva principalmente de catalizador para todos sus miembros.
Existen diversas formas en que la certificación puede desempeñar un papel importante y hacer más transparentes las cadenas de valor: tanto Rainforest Alliance como Fairtrade tienen un código de conducta para los comerciantes, Pero históricamente sólo se han centrado en las normas agrícolas.
Si a un agricultor se le pide que cambie la mayoría de sus prácticas agrícolas para poder vender su producto, ¿por qué no se le puede lo mismo a las grandes multinacionales?